Nomada: Diario de Viaje

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Aquí encontrarás el cuaderno de bitácora, o diario de viaje, de un Nomada (Camello de Sueños) en Bogotá, Colombia (Septiembre de 2011 y Abril y Mayo 2012)

BOGOTÁ (COLOMBIA) Septiembre de 2011

En Bogotá, (en Colombia) nunca tuve la sensación de estar a casi 10.000 km de mi ciudad natal, fue siempre como un «deja vu» continuo con la sensación de sentirme en casa, con una particularidad; en casa cuando era niño. Lo saben mis amigos colombianos, les he dicho muchas veces «Es como viajar en el tiempo, y retroceder 30 ó 40 años, Colombia me da la oportunidad de ver con los ojos de un adulto, lo que no vi con los ojos de un niño en mi país»

Después de 9 años viajando a Colombia, esta era la primera vez que no había nadie de mi familia, esperándome en el aeropuerto. Reconozco que sentí una sensación extraña, como un vacío, como un mensaje directo de que los tiempos cambian, y nosotros, también.

Hoy, al escribir estas líneas, he entendido, y he encontrado las palabras para definir claramente aquella (entonces) extraña sensación: Por primera vez, sentí que no estaba en casa, que estaba en Bogotá.

Y después de 9 años, por primera vez, no viajé en el tiempo, estaba en Bogotá el 3 de Septiembre de 2011

Pero si estaba esperándome mi parse (Andres) con toda su familia directa (incluida la Pinina) y en ese momento (y siempre) pero especialmente en ese momento, lo agradecí.

Y con los ojos de un adulto, me encontré de repente (en moto) con la caótica, bulliciosa, cosmopolita, odiada a veces, casi siempre querida, ciudad de Bogotá.

A partir de ese momento, los hechos (como diría un magistrado) se sucedieron de manera vertiginosa. En Bogotá no puede ser de otra manera, desde los «perritos carboneros» (deliciosos) pasando por la mágica noche siguiente, en la que Andrés y yo (en moto) nos recorrimos Bogotá buscando una banda de mariachis para grabar con ellos en estudio (al día siguiente) la versión de «Agarrate a mi Maria»

Recuerdo que eran como la una de la madrugada, cuando terminamos de hacer el casting, después de recorrer Bogotá de norte a sur, y aunque hacía un frío en la moto que pelaba, nunca sentí como esa vez la necesidad de gritar por gritar, por placer, por liberar energía (como cuando te pones debajo de una cascada de agua) y grité, grité con todas mis fuerzas (con los brazos abiertos) por la 110, por las Américas, por la 57…

Y después abracé muy fuerte en Chapinero a mi otro parse (Murillo) y dormí en su casa, y en la de Hide y Mónica, y en la de Andrés y Elisa, y abracé de nuevo a Toño y a Mario, y conocí a Juan, a Antolín, a Verónica… y grabamos, y nos tomamos unas cervecitas negras, muy ricas, en la zona rosa, y lo pasamos genial, y no me quiso parar ningún taxi, y dormí en casa de Juan y Mario, y con Andrés perdimos las llaves de la casa, y las volvimos a perder, y grabamos para «Allí en Colombia», las calles de Colombia, y Ramiro hizo con las imágenes lo que había que hacer, y Licha me hizo aguitas de panela y zumitos… y disfrute en Bucaramanga con Rosita, con Henry, con las Olarte, con Roque y family… y tuve conmigo a Daniela, mi hija, y compartí con ella proyectos, piscina, y unas siempre escasas horas, para decirle todo lo que la quiero… y me di cuenta de nuevo, que en Colombia me sentía como en casa, con los ojos de un adulto (eso sí, algo más joven) pero como en casa. Gracias Colombia.

BOGOTÁ (COLOMBIA) del 15 de Abril al 02 de Junio 2012

Esta vez llegué a Colombia con «las cosas más claras» en todos los sentidos, a nivel personal, y a nivel musical.
Bogotá me acogió en su época de lluvias, y nada más pisar el aeropuerto «El Dorado» me lo dejó claro:
– ¡¡Cómprate un paraguas tronko!! – me gritó.. y me guiñó un ojo.
Le hice caso (porque si no luego se pone brava) pero antes tuve que atravesarla por la Avda de Cali (en moto) hasta casa de Andrés y Elisa donde (como siempre) destapamos las cositas de comer y el roncito artesano que me tenían preparado (muy bueno parse) y hablamos, y hablamos, y le dimos a la sin hueso hasta que nos cansamos.

Al día siguiente (como todos los días) Bogotá se despertó, y se encargó de despertarme con su ajetreado y bullicioso ir y venir:

– Despierta dormilón ¡¡que no estás en España!!

Un poco a regañadientes me levanté y pensando… «¿por qué pondrán las calles tan pronto en Colombia?» me preparé el zumito y alisté la maleta para irme a pasar unos días a la mansión Hidetoshi, a repartir mas cositas de comer y sobre todo a darles un montón de abrazos a mi perriiiiito hermosoooo Pochi y a mis queridos Mónica y Hide. Lo que para ventura y fortuna de este viajero, terminó convirtiéndose en algo habitual durante este viaje, y los días en la mansión, se convirtieron en semanas y las semanas en… un auténtico placer compartido durante el tiempo que estuve en Colombia, en el que llevamos la amistad a un nivel más alto ¡¡Sabeis cuanto os quiero!!

Y antes de mi cumple, abracé de nuevo a Mario, Daniel y a Antolín y quedamos en que (juntos de nuevo) íbamos a hacer un buen trabajo. Y lo hicimos ¡¡superando todas las expectativas!!

Y en esos días abracé muy fuerte a mi parse el «Gran Murillo» y le dejé cositas de comer, que luego le dañó una «amiga»… pero sobre todo con Murillo disfruté de la inocencia de su hijo, el Gran LU, a quien tanto le debo.

Y Toño (my bro) me presentó a Clara, y quedamos en hacer algo chévere (promocionalmente hablando) y también lo hicimos, aunque finalmente hubiera un «trágico» final.

Y llegó mi cumple… y Dilia se marcó el detallazo de poner su finca a mi disposición, y salió el sol, y los astros se aliaron, los vuelos llegaron a su hora (y ella también) y sólo la camioneta intentó arruinar el día ¡¡pero no lo consiguió!! y todo salió genial, y fue uno de mis cumpleaños mas intenso y glorioso, respirando y viviendo PAZ (en Colombia) y hasta el río Bogotá se desbordó intentando echar una manita para aislarnos, pero no contaba con la iniciativa y obstinación de Dilia, y tampoco lo consiguió, y todos llegaron (de barro hasta el cuello) pero llegaron, reímos, disfrutamos, comimos cositas españolas y colombianas, reímos más, hablamos, cantamos y… y salimos (de barro hasta el cuello) pero salimos de la finca… a pesar de que a algunos nos hubiera gustado quedarnos.

Pero le robamos días al tiempo, y tiempo a los días, y pudimos celebrar su cumpleaños con pescado, langostas, helados al gusto ¡¡y con mi hija Daniela!! y conocí algunas de las bellezas naturales que atesora la Zona Cafetera de Colombia, y algunas delicias como el «Cortadito de Leche» o los «Pastelitos Gloria» me dejaron con el arequipe en los labios…

Unos de los momentos mas deliciosamente entrañables e increíbles que viví en este viaje me lo proporcionó precisamente Daniela, en Bogotá… cuando me ví bailando con ella la noche que salimos de rumbita con Hide y Mónica. Lo peor también llegó por Daniela (y por mí), cuando leí aquello de «No admitida a trámite» (la visa)

Y de nuevo con Ramiro a los mandos, las imágenes se pusieron en su sitio, Licha nos hizo la cobertura logística y yo les regalé un «mojete» (el plato estrella español en este viaje, consiguiendo con el mismo, expresiones como el «Violento» de Andrés Murillo, o el «Espectacular» de Toño, además del admirado afán de continuidad de Hide y Claudia)

El último jueves en Bogotá recibí (literalmente hablando) la mejor de las sorpresas que pudiera esperar, y le robamos dos días más al tiempo, y todo el tiempo que pudimos a esos dos días, hasta llegar a esa despedida (selecta en cantidad de asistentes, y memorable en intensidad y buen rollo) que se desarrolló de forma natural al día siguiente (viernes) al píe de la Séptima. Al final de la cual, Bogotá me susurró al oído:

– Perdona que te corte el rollo tronko, pero tienes que preparar la maleta.

– No seas cansona… no tengo prisa – le dije con indolencia.

A lo que ella, sonriendo malévolamente contestó:

– Pues apenas te quedan 12 hs.

Nunca me quiero acordar de las despedidas… pero de ésta, si me acuerdo, me acuerdo que hubo muchos besos, y algunos, fueron especiales… ;=)

Basilio Montes

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